Derivas fugaces
“La escritura fija la deriva fugaz del pensamiento y solo mediante ella es posible imponer un orden espectral a la realidad: tramar historias donde todo cabe, reconciliar lo diverso, explicar lo inexplicable”, escribe Marcos Giralt Torrente en Algún día seré recuerdo (Anagrama, 2023).
La vida nos trae montones de asuntos que exigen de nuestra solución inmediata, pero para los que no es que no tengamos resolución (o determinación, más bien), sino que exigen de razonamientos más meditados (incluso razonamientos eternos, sin conclusión válida ni verdadera). El pensamiento mental también es, así, una forma de escritura. Y ese pacer voluntariamente en los devaneos de la razón lo es, asimismo. Pero siempre que no medie la premura, ni el hostigamiento de la prisa.
En caso contrario, hablamos de la gestión empresarial de nuestros sentimientos y desconciertos.
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Pensaba en los aceleracionistas, y en su fervor por la automatización y su fusión de lo digital y lo humano. Y pensaba también en que, aunque pensemos que nuestra vida es tan acelerada como nos gustaría creer (o nos invitan a que creamos) no lo es en absoluto. Una creciente sensación de constante déjà vú la define con mayor precisión; según mi punto de vista.
Todo resulta bastante pedestre.
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Y es que una cosa es lo que nos quieren hacer creer y otra cosa lo que es, en verdad.
Esto es: que la realidad también tiene sus narrativas. Una tensión constante la azuza, y acaba azuzándonos a nosotros para que nos avengamos a sus directrices, a su trama, a sus cambios de guion. Es como una ola: la realidad te exige que surfees (o te ahogues).
Pero el arte no es así; el arte no funciona así.
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Escribe Georges Picard en Piensa como quieras (Ediciones del Subsuelo, 2023) que “el placer de pensar procede de una sensación de libertad interior, más aún que de la esperanza de establecer verdades”. Y añade: “El pensamiento, cuando no se siente solicitado por una demanda apremiante, tiene la gratuidad de una actividad estética, cosa que indudablemente es, independientemente de su cualidad intrínseca”.
Así, esa actividad estética es también una deriva de la escritura.
La pena es que, como dice Michel Houellebecq en uno de los textos de su último libro, Más intervenciones (Anagrama, 2023) “la felicidad deja pocas huellas”. Y, con ello, nuestra libertad estética debe ser reconquistada casi a cada minuto, incansablemente, como hiciera un Sísifo de pacotilla que, en lugar de agotar el ámbito de lo posible, dibujase palabras sobre el manto acuático de un mar de corales.